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4 días por Baviera y alrededores. Día 3: Castillo de Neuschwanstein.

Nuevo madrugón a las 6 de la mañana y nuevamente repetimos el camino hacia la München Hauptbahnhof, esta vez no para alquilar un coche, sinó para coger un tren que nos llevaría en un par de horas hasta Füssen haciendo transbordo de aproximadamente 1h en Buckleau, un pueblo que es la muerte a pellizcos, sin nada, sólo casas y un hotelito justo delante de la estación de tren. Siendo así, y como teníamos un rato por delante, nos dispusimos a tomar un café en el bar del hotel, pero nada, nos dijeron que sólo atendían a sus clientes, así que ni café ni leche, a sentarnos en la estación a esperar el siguiente tren sin wifi ni nada que hacer. Lo dicho, la muerte a pellizcos.

Trayecto de Munich a Füssen

Una vez llegó el tren, y en poco más de 1h llegamos a Füssen. Desde allí, justo delante de la pequeña estación, se cogen los autobuses gratuitos que te llevan hasta Hohenschwangau, el pequeñísimo pueblo donde se encuentran el castillo de Neuschwanstein, el castillo de Hohenschwangau y el Museo de los Reyes Bávaros. En esta web podéis comprar los tickets con antelación, escoger qué tipo de visita queréis visitando 1, 2 o los 3 sitios, ahorraros unos euros y sobretodo ahorraros las largas colas para hacerlo allí mismo.


Hay varias maneras de subir al castillo de Neuschwanstein: A pie, en autobús o en carro de caballos (ni idea de los precios). Nosotros escogimos subir en bus, ya que con el billete de tren teníamos esa opción. En pocos minutos te deja en la parte alta de la montaña, pero en lugar de dirigirnos siguiendo las indicaciones hacia el castillo, seguimos los carteles que indican "Marienbrücke", el puente desde donde ver esta maravilla:

Vista del castillo de Neuschwanstein desde el Marienbrücke

Una vez hechas 87.628 fotos, como mínimo, ahora sí fuimos paseando hasta el castillo. Particularmente no soy muy fan de las visitas guiadas de los castillos en general, ya que, en muchos casos, te encuentras con salas vacías, o en plan museo con una vasija, una silla, un mueble y sales con la sensación de haber pagado por ver 4 tonterías. No es el caso de Neuschwanstein, ya había estado aquí en mi época de estudiante y recordaba un palacio fascinante, y sigue así. Salones enormes, habitaciones tal cual estaban en la época, vas alucinando más a medida que vas adentrándote en el castillo, lástima que, como en tantas otras atracciones turísticas europeas, no hay guía en español. Al final del circuito nos tomamos un café en el bar que hay en el interior, en la parte trasera, en el que puedes salir a los amplios balcones y admirar el fabuloso paisaje bávaro.

Vista desde el balcón trasero del castillo.

Una vez visitado el castillo bajamos nuevamente a Hohenschwangau y comimos en uno de los restaurantes que hay cerca de la estación de autobuses, escogimos el restaurante Kainz, el cual resultó ser todo un acierto, ambiente agradable, calentito, buena comida y precio asequible.


Una vez llenado el estómago había que ayudar a digerirlo todo y, aprovechando que el día era estupendo como podéis ver en las fotos, dimos un paseo hasta la ermita de San Coloman, no tanto por lo que ofrezca este edificación sino por ver el paisaje de las montañas con el castillo a lo lejos y aprovechar así el tiempo que nos quedaba en Hohenschwangau.


Y una vez de vuelta, ya yéndose el sol y haciendo (más) frío, cogimos el bus de vuelta a la estación de Füssen en el mismo sitio donde nos había dejado por la mañana y a descansar en el tren, ahora sí directo, hasta Munich para preparar la maleta y tenerlo todo listo para no tener que perder tiempo al día siguiente y aprovechar la última mañana para recorrer de nuevo el centro de Munich antes de volver a casa.

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