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20 días por México: San Cristóbal de las Casas, un buen comienzo.

Nuestra primera parada tardó en llegar unas 24h prácticamente… al vuelo Barcelona – París, y a las 14h de vuelo hasta la capital mexicana hubo que sumarle unas 4h de espera en el aeropuerto hasta coger el vuelo a Tuxtla, nuestro primer destino en el país.


Durante los meses que estuvimos preparando el viaje, esas 4h nos parecían demasiadas para estar en el aeropuerto sin poder hacer gran cosa ya que nuestra llegada era a las 3 de la madrugada, pero una vez allí vimos que lo habíamos clavado, y es que durante el viaje vimos que los mexicanos no son rápidos trabajando, así que las colas se eternizan y así nos pasamos casi 45mins pasando el control de aduanas, más de 1h esperando facturar nuestras maletas de nuevo, para cuando pasamos el control de seguridad que nos hicieran regresar a la cola de facturación ya que no nos dejaban pasar el control con el trípode, un trípode que en ningún momento la policía desmontó para ver las medidas reales, simplemente preguntó si se extendía y acto seguido dijo que se tenía que facturar, así que el viaje empezó con 550$ imprevistos para facturar algo absurdo. El vuelo a Tuxtla fue tranquilo, 1.5h de vuelo en Volaris con unas vistas fantásticas llegando a Chiapas, territorio que no nos imaginábamos que fuera tan verde y boscoso.


El aeropuerto de Tuxtla es pequeño, tan pequeño que sólo tiene una cinta transportadora de maletas, así que no hace falta que corráis al bajar, todo está cerca y no tenéis que andar buscando la cinta por dónde saldrán vuestras maletas, y nada más salir de la sala de equipajes hay una recepción con varios mostradores de agencias para llevaros a cualquiera que sea vuestro destino, el nuestro era San Cristóbal de las Casas y escogimos la agencia OCC que por 400$/persona nos llevaría hasta allí en 1h de furgoneta conducida por un loco al volante que le daba igual toda señal de tráfico, badén o línea continua.


Así que prácticamente 24h después de nuestra salida desde Barcelona llegamos a la estación de autobuses, o de camiones, como le llaman ellos, de San Cristóbal y sin perder un minuto más empezamos a andar calle arriba en busca de nuestro hotel, situado al lado del zócalo, en pleno centro.


San Cristóbal tiene un encanto especial, un pueblo reconstruido, arreglado y colorido, pero que ha sabido mantener el encanto de lo colonial, de lo viejo sin construir ninguna edificación discordante con el resto, lleno de distintas etnias de la zona que llenan las calles de colores con sus trajes y sus puestos de artesanía.


Nuestro hotel, el Grand Misión, tiene una situación inmejorable en pleno centro, cerca de todo, habitaciones amplias, servicio más que atento, un comedor de techo acristalado (en el que te congelas por la mañana), y un aire mexicano antiguo maravilloso.


Dejamos las maletas y nos lanzamos sin esperar un minuto más a la calle, a pasear sin rumbo, empezamos por el zócalo, por la Catedral de San Cristóbal, a la que no se puede entrar desde el terremoto que asoló la región hace unos años, las callejuelas del centro están llenas de bares y restaurantes llenos de turistas, no quiero imaginar cómo debe ser ir allí en plena temporada alta… empezamos a andar por el Real de Guadalupe calle arriba, admirando sus tiendas, oliendo sus cafeterías con el café de la zona… y decidimos subir hasta el fin de la calle y hacer nuestra primera visita: La Catedral de Guadalupe.


Para los que estéis acostumbrados a visitar iglesias y catedrales europeas, debo deciros que en su versión mexicana uno se queda como el cangrejo de la sirenita, con la boca hasta el suelo, ya que la decoración y las esculturas son, cuanto menos, diferentes, colores chillones, esculturas que parecen dignas del museo de cera de Madrid, atuendos y vestimentas propias de un carnaval… pero supongo que es el encanto que tienen, el ver algo distinto, pero que no puedes evitar reírte y flipar al mismo tiempo.



Y aunque no os atraiga lo eclesiástico, no dejéis de visitar esta catedral, o al menos su recinto, ya que desde lo alto de su escalinata podréis admirar las mejores vistas de San Cristóbal a vuestros pies. Merece mucho la pena.


A la vuelta el sol ya iba desapareciendo y para nuestra sorpresa, la temperatura descendía claramente, las diferencias térmicas entre el día y la noche son muy marcadas, así que decidimos no esperar ni un día más y pegarnos una buena cena mexicana en la Lupe, en el mismo Real de Guadalupe, llegando al zócalo. Vestidos típicos, atmósfera 100000% mexicana y comida excelente a un buen precio.


Al día siguiente madrugón de los buenos, desayuno en el hotel a solas en el salón acristalados, helados porque hay aperturas en el techo, y a las 8 de la mañana nos recogía una furgoneta para hacer nuestra primera excursión por la zona, visita a las Cascadas del Chiflón y las lagunas de Montebello. La excursión la contratamos a través de Civitatis y operada por Viajes Itzaa. Sólo íbamos 6 en la furgo y al poco de empezar nos topamos con un “bloqueo” en mitad de la carretera. Un bloqueo no es otra cosa que gente de la zona bloqueando la carretera y exigiendo un pago económico a cada ocupante de los coches para “subsanar” necesidades de sus habitantes, ya sea una familia que se ha quedado sin padre, alguien que tiene que reparar algo en su casa, pérdidas de cosechas por lluvias… Así que nos tocó pagar 14$ por pareja para poder seguir nuestro camino.


Las cascadas del Chiflón están a 2,5h de camino, pero las carreteras no están en tan mal estado como las de Tuxtla a San Cristóbal. Una vez allí el chófer hace un paripé para encasquetarte un guía de pago para la visita, ya que él no nos acompaña en las 2h que nos deja para visitar las cascadas. El recorrido es fácil, no tiene pérdida y hay poco que contar más allá de historias y leyendas de la zona, así que si no os interesa no dudéis en decir que no queréis guía, tal como hicimos nosotros, así que nos bajamos y pusimos rumbo camino arriba por el lateral del río en busca de las cascadas. En épocas tranquilas de lluvias el río baja azulado y hay distintas pozas donde tomar un baño tranquilo, pero no era el caso, las fuertes lluvias de los últimos días hacían que el río bajara caudaloso, fangoso y que se desaconsejara meterse, así que no perdimos tiempo. Un par de kilómetros más arriba ya avistamos nuestro destino, la cascada del Velo de Novia, una imponente cascada que cae casi encima vuestro si os subís a la roca mirador, de donde todo el mundo bajaba empapado, y justo por encima de esta cascada se puede admirar la siguiente, el camino sigue ascendiendo y a partir de ahí no es fácil, ya que hay que subir hasta lo alto de las cascadas para admirar las otras 2, lo que hace que, por el esfuerzo y por el tiempo que dejan las excursiones programadas, la mayoría finalice su visita aquí, y no ascienda más allá, pero vale mucho la pena.



Al juntarnos de nuevo los 6 integrantes de la excursión en la parte baja despertamos al conductor y arrancamos rumbo a las lagunas de Montebello, pero antes hicimos parada para comer en una serie de chozas al lado de la carretera, el lugar no invita a muchos remilgos, pero os aseguramos que por poquísimo dinero comimos maravillosamente, y sólo cruzando la carretera tenéis un mirador por encima de un lago que hace frontera con Guatemala, todo lo que véis al otro lado del agua forma parte del país vecino.



Las lagunas de Montebello son un conjunto de más de 40 lagunas repartidas por la zona, pero naturalmente en una excursión programada de unas pocas se hace una selección muy concreta, y la nuestra hizo parada en el lago Pojoj, un maravilloso lago hundido, con una isla en pleno centro en el que os dejarán bañaros en una miniplaya natural, y en el que se os ofrece la posibilidad de hacer (previo pago de unos 500$) una excursión en barca que os lleva a recorrer el lago hasta una gruta, cruzarla y aparecer en otro lago escondido y de regreso parar durante un rato en la isla central. Total del recorrido 1,5h. Nosotros no lo hicimos por un problema de espalda que me impedía estar sentado en una barca inestable tanto rato y nos tocó esperar al resto. Y de allí fuimos a una visita rápida al otro lado de la montaña a un mirador a ver otra laguna y ya pusimos rumbo a San Cristóbal, en un trayecto de 4h que se nos hicieron eternas…



El 3r y último día en San Cristóbal quisimos aprovecharlo al máximo y no sólo visitando el centro que es pequeño y rápido de ver. Decidimos no desayunar en el hotel, que era algo caro, y nos fuimos a una de las cafeterías “Oh la lá” que hay repartidas por todos lados, desayuno al sol en la terraza, viendo como montan toda la calle, las tiendas, las paradas, etc, y al rato pusimos rumbo al “Cerrito” (no confundir con el “Cerrillo”), otra iglesia de esas que os decíamos que no tienen nada que admirar por dentro, pero con aun mejores vistas que la de Guadalupe, ya que hay que subir muchos más escalones en una cuesta interminable.



Una vez arriba, sin aliento, vencidos y desarmados, y viendo que aparte de la iglesia poco más había que ver por la zona, y encima amenazaba lluvia de la buena a lo lejos y ya se oían los truenos, pusimos rumbo a la calle Crescencio Rosas, una de las principales y más llenas de restaurantes, bares y fiesta nocturna, para girar en Francisco León hasta llegar al mejor restaurante de San Cristóbal, al menos para nosotros, el Achiote. Éste fue una recomendación de la recepcionista de nuestro hotel al preguntarle “dónde comer cochinita pibil?”, uno de nuestros platos favoritos, y ella no dudó en recomendarnos este sitio, que pasa totalmente inadvertido en la zona, es un local con 3 mesas, pequeño, sin grandes decoraciones y en el que la mayoría pide la comida para llevar, cualquier plato de la carta es a base de cochinita pibil y vale nada y menos en comparación a los restaurantes que hay a escasos 100m de allí, no dudéis en visitarlo!!!


Una vez paró la lluvia empezamos a andar hacia, esta vez sí, el Cerrillo, pasando por puntos clave de la ciudad para hacer fotos a sitios como estos:




Desde el Cerrillo, andando pocos metros llegamos al Templo y Exconvento de Santo Domingo y allí empieza el mercado de artesanías, en el que todos venden lo mismo pero es un agradable paseo bajo plásticos de tiendas y en el que, si tienes memoria, puedes encontrar verdaderas gangas, aunque los indígenas son duros de roer y suelen tener precios bastante elevados en comparación al resto del país.




De vuelta al centro, en el Real de Guadalupe compramos los tickets para volver al aeropuerto de Tuxtla al día siguiente, 420$/persona, no nos preguntéis porque es más caro la vuelta, y después de cenar (de nuevo en Achiote, ya os dijimos que está buenísimo todo), nos dimos una vuelta por las calles del centro que estaban animadísimas con música y muchísima gente, y a dormir pronto que había que recoger todo, montar maletas de nuevo y a seguir camino hacia Jalisco al día siguiente.


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