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20 días por México: Oaxaca y la Fiesta de Muertos.

Después de un vuelo de 40mins llegamos por fin al aeropuerto de Oaxaca, donde pasaríamos la festividad más importante del país, la Fiesta de Muertos.


El aeropuerto es pequeño así que enseguida recogemos las maletas y salimos en búsqueda de una red Wifi para pedir un Uber, pero… en Oaxaca no opera Uber… y no sólo eso, sinó que sólo hay una compañía de taxis para llegar hasta la ciudad, puedes escoger si ir en una furgoneta colectiva por 280$/persona o ir en taxi privado por más del doble, así que escogimos el colectivo y tardamos poco más de 1,5h en llegar al hotel entre la espera y el trayecto.


En Oaxaca, siendo las fechas que eran, nos fue bastante complicado encontrar un hotel disponible y mínimamente aceptable, así que tuvimos que reservar en el Fortín Plaza que era el que mejor pinta tenía y que parecía no estar lejos del centro, pero nuevamente los mapas nos sorprendían, tal vez el trayecto no era largo, apenas 20mins hasta el zócalo, pero Oaxaca está llena de cuestas, y el hotel estaba en la parte alta, lo que hacía que no fuera un trayecto fácil para ir y volver. Como llegamos de noche ya, hicimos el check-in y nos fuimos a descansar directamente.




Todo aquel que le decíamos que visitaríamos Oaxaca nos aseguraban que era una de las ciudades más bonitas de México, que era la joya del país y que nos iba a encantar, lo mismo leímos en la mayoría de blogs, pero una vez más, aquí no encontraréis lo mismo que en el resto, Oaxaca está bien, PUNTO. No es ninguna joya, es bonita pero tampoco es algo excepcional, sus mercados, que todos alaban por todos lados, son una cosa simplona y sin gracia, tiene sus rincones bonitos, naturalmente, pero San Cristóbal de las Casas tenía mucho más de auténtico que Oaxaca y de no ser por las fechas que estábamos, con la Noche de Muertos en ciernes, no creemos que Oaxaca mereciera más de 24-48h de visita.




Al día siguiente pretendíamos desayunar en Boulenc, uno de los mejores locales de Oaxaca, pero al llegar había más de 1h de espera para conseguir mesa, así que lo pospusimos hasta la siguiente mañana y nos dirigimos al zócalo, donde había distintas comparsas por la festividad de muertos y desayunamos en uno de los bares que hay bajo los arcos de la plaza, y de allí dimos un paseo sin rumbo por la ciudad, a pocas calles está el mercado 20 de Noviembre de comida y artesanía, y la ciudad está llena de antiguos claustros, monasterios, y casas de gente relevante de la época de la llegada de los españoles que se pueden visitar sin ningún coste, la calle Macedonio Alcalá también es conocida como el andador turístico y la subimos andando, visitando sus distintos altares del Día de Muertos, entrando en las distintas tiendas y bares para ver las decoraciones, hasta llegar al Templo de San Domingo de Guzmán, una de las principales iglesias de la ciudad y en la que empezaba un mercado al aire libre de artesanía y estuvimos tomando algo en un bar del andador y dando vueltas hasta entrada la tarde, cuando pusimos rumbo al hotel y aprovechamos que en Le Boulenc ya no había cola y aprovechamos para cenar antes de prepararnos para la gran noche.


Justo al lado del hotel teníamos el Panteón de Xochimilco, un pequeño y antiguo cementerio que visitamos a aquello de las 19h cuando ya algunas familias empezaban a adornar las tumbas de sus familiares fallecidos, pero la verdad es que apenas había 10 familias allí.




Y llegó el momento más esperado del viaje, el momento por el que habíamos escogido esas fechas para visitar México, la Noche de Muertos. La “fiesta” más importante de Oaxaca se celebra en el Panteón Mictlancihuatl o más conocido como Panteón de Xoxocotlán (y más fácil de pronunciar), un cementerio mediano, a media hora en coche de nuestro hotel, y en un barrio con no muy buena fama, a pesar de que aquella noche estaba hasta los topes de gente.




Las excursiones programadas están a unos precios exagerados a pesar de que te hacen ruta por distintos panteones, la mayoría más de 2000$/persona, y como nosotros sólo queríamos visitar aquella noche el de Xoxocotlán fuimos por libre y pedimos un taxi en el hotel el cual nos contó como funcionaban los trayectos esa noche, por 850$ (los dos), el taxi nos llevaba y esperaba 3h, con lo cual entre la media hora de ida y la media de vuelta, tendríamos 2h para visitar el panteón, a partir de ahí, a partir de los 15mins de espera del taxi, nos cobraría como 1h más a un precio de 200$/hora, con lo cual, había que apurarse.




Al llegar al panteón sobre las 23h aquello estaba lleno de gente, música en vivo en la entrada, vendedores de todo tipo de cosas… la entrada por supuesto es gratuita, y nada más entrar Oaxaca cobra sentido, se te olvida si la ciudad merece más o menos la pena y ves que lo has clavado yendo por esas fechas y sabes que esa noche será algo grande.


Todas las tumbas adornadas, unas más ostentosas y otras menos, pero no queda ni una sin nada, todos los detalles de Coco están presentes, las flores naranjas, las catrinas, las fotos de los difuntos, los detalles que les gustaban (vasos con tequila, muñecos, herramientas, música…), y las familias alrededor de las tumbas casi ajenas al ajetreo de turistas y locales que se mueven curiosos alrededor, algunas cenando, otras rezando, algunas cantando y otras simplemente pasando el rato allí, todo aquello es una especie de belleza rara, flipas mires donde mires, y el ambiente te atrapa, se nos hacía raro hacer fotos a las tumbas estando la familia alrededor, hasta que ves que cuando les pides permiso para tomar fotos te contestan siempre amablemente “por supuesto”, y los ves encantados con que pares a admirar sus decoraciones. Pero por más que os lo contemos, hay que vivirlo, y os animamos 100000% a montar el viaje pasando esa gran noche en Oaxaca, os dejamos estas fotos y videos para que veáis la maravilla de fiesta que es:




El día siguiente lo dedicamos a visitar tranquilamente Oaxaca y sus alrededores de la mano de unos amigos que están viviendo actualmente en México y que casualmente estaban esos días en la ciudad, pero antes nos pegamos un madrugón con un único fin, llegar a Le Boulenc con suficiente antelación como para no tener que hacer largas colas para desayunar, así que llegamos 40 mins antes de su apertura y ya teníamos a 5 por delante, aunque no veáis a nadie en la puerta entrad y hablad con la chica que haya en la recepción, seguro que ya hay cola y simplemente se han ido hasta la hora de apertura.


Para empezar nos llevaron a ver las ruinas de Monte Albán, a unos 10kms de la ciudad, el asentamiento no es muy grande y se visita en una mañana y encima nos hizo un día espléndido y las vistas eran espectaculares, puedes ver los valles centrales de Oaxaca hasta varias decenas de kilómetros a la redonda y, a pesar de que hay turistas, no tiene ni por asomo la afluencia de turistas de las ruinas más conocidas del país.




A la vuelta nos dedicamos a callejear sin rumbo por la ciudad visitando las galerías de arte, fincas privadas y claustros de antiguos monasterios y conventos, de entrada gratuita, y que esos días estaban decorados con altares de muertos espectaculares. A medida que avanzaba la tarde la ciudad se iba llenando de gente y empezaban las actuaciones callejeras, conciertos, danzas, mercadillos, etc que llenaban Oaxaca esos días.




Nos acercamos al barrio de Jalatlaco, a pocas calles del centro, para visitar el Hotel City Centro (el hotel rosa) y tomar algunas fotografías, hubiéramos querido hospedarnos en él, pero meses antes ya estaba todo reservado y fue imposible, pero no queríamos irnos sin visitar su claustro y jardines interiores y tener claro que, si alguna vez tenemos la suerte de volver a Oaxaca, será nuestro hospedaje, sí o sí.


Por la noche nos dispusimos a visitar el Panteón General, un cementerio más contemporáneo a una media hora a pie del centro de la ciudad. Algunos blogs lo comparaban con el Panteón de Xoxocotlán, pero nada que ver, tal vez éste último había dejado el listón tan alto que nada le era comparable, o tal vez simplemente no lo es, una feria con zonas de comida, artesanía e incluso atracciones rodea el panteón, una vez dentro, no tiene el encanto del otro ya que es más moderno y para colmo, aparte de algunas velas encima de unas cuantas tumbas, no había decoración alguna, los laterales del panteón están decorados con unas ornacinas en la pared que habíamos visto iluminadas con velas en distintas fotos de Instagram, pero curiosamente aquella noche no había decoración alguna, y para rematarlo, en el centro del panteón, un concierto, con su altar, sus focos, sus altavoces a todo volumen para sobreponerse por encima del estruendo de la feria del otro lado de los muros… Nos fuimos, aquello no tenía nada que ver con la Fiesta de Muertos.




Volvimos dando un paseo hacia el centro, tal vez Oaxaca no sea la ciudad mejor iluminada, pero a pesar de ello y de estar alejados del centro, el paseo fue tranquilo y en ningún momento tuvimos la sensación de estar jugándonosla por andar a esas horas por las calles aún y no estando muy transitadas entre el Panteón y el centro.


Y finalmente, vuelta al hotel, en pocas horas abandonábamos Oaxaca para dirigirnos a nuestro último destino en México: Isla Mujeres en Quintana Roo, en la península de Yucatán.



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