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20 días por México: San Miguel de Allende, el paraíso yanki.

Nos toca madrugón y eso hace que no podamos desayunar, ya que como os hemos contado, en Casa de Pita el desayuno es a las 9 como única hora, así que cargamos las maletas y salimos en busca de un Uber. Una app que os ayudará allí es Fake GPS si no tenéis datos en el teléfono, esa app os colocará ficticiamente allá dónde vayáis a esperar el coche, así que podéis pedirlo desde el wifi del hotel por más que esté escondido en alguna de las mil recónditas calles de la ciudad y salir pitando una vez solicitado el servicio.



Desayunamos en la pequeña estación y el bus llega algo tarde por problemas en la carretera, a pesar de ser de la misma compañía que nos trajo a Guanajuato, éste no tiene internet, pero el trayecto durará poco más de 2h así que aprovechamos para dormir algo más.


En cuanto llegamos a San Miguel de Allende vamos directos a nuestro hotel, el Casa Don Quijote, que parecía estar cerca pero resultó no estarlo tanto, y el camino no está en muy buen estado aparte del abundante tráfico que hay, así que mejor hubiera sido pedir otro Uber…


Hicimos el chek-in y salimos directos a la calle Aldama a pocas esquinas de allí, para hacer la típica foto del lugar con la catedral al fondo, pero la foto se nos resiste, la calle resulta estar bastante transitada tanto por turistas como por coches y encima éstos no respetan la prohibición de aparcar, así que echamos bastante rato por allí y una vez conseguida al fin, nos fuimos hacia la catedral y las calles de alrededor a andar sin rumbo concreto.


San Miguel es una ciudad bastante artificial y dedicada en pleno al turismo, sobretodo norteamericano, está plagado de yankis, algunos de ellos tienen allí una segunda residencia incluso, además la ciudad es bastante cara en comparación con lo que habíamos visto hasta el momento. Nos tomamos algo en un bar del centro y seguimos visitando tiendas y flipando con los precios de todo…


Cerca de la catedral está la Iglesia de la Inmaculada Concepción, nos acercamos a verla pero estaba en obras desde el terremoto de hace unos años, y justo detrás visitamos el Centro Cultural Ignacio Ramírez el Nigromante, un claustro con un jardín central precioso lleno de tumbonas para hacer un paréntesis, y lleno de salas laterales con distintas obras de arte, visita gratuita y muy interesante.



De allí fuimos por las calles paralelas al centro sin rumbo concreto, aunque fuera de las más turísticas la ciudad no ofrece nada destacable, y seguimos andando hasta llegar al Templo de Nuestra Señora de la Salud, en el que había un mercadillo ambulante de comida y a pocos metros está el Mercado Ignacio Ramírez, que es bastante más grande de lo que parecía inicialmente. Mayoritariamente es de souvenirs y productos típicos, pero tiene una parte de gastronomía con tales aromas y unos platos con unas pintas que no pudimos evitar quedarnos a comer allí.


A la hora de cenar una vez más comprobamos que habíamos acertado haciendo parada allí sólo 24h, los restaurantes a pie de calle no atraen mucho y los situados en azoteas, que según habíamos leído en algunos blogs, son uno de los atractivos de la ciudad, tenían precios prohibitivos para lo que ofrecían… acabamos cenando en “El Correo”, a pocos metros de la catedral, que según las críticas era de lo mejor, y resultó ser bastante soso y sin gracia alguna.



Y de allí dimos un paseo nocturno por el centro pero como amenazaba lluvia por la noche nos retiramos pronto al hotel a descansar. Realmente una vez visitado el centro de la ciudad y callejeado por algunas calles adyacentes, la ciudad no ofrece gran cosa más, es bonita, está cuidada pero tan dedicada al turismo, a un tipo de turista concreto, que hace que pierda su encanto de ciudad antigua y artesana.



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