top of page

Lisboa en 48h.

Días antes de nuestro viaje a México, aprovechando que era mi 40 cumpleaños, pusimos rumbo a Lisboa, vuelos baratos, poco tiempo de vuelo y una ciudad a la que siempre habíamos tenido ganas de ir. Nuestra recomendación para ir más relajados sería irse el viernes por la mañana pero nos era imposible por temas laborales, así que aterrizamos en el país vecino el viernes a noche cerrada.


Nada más recoger las maletas nos dispusimos a buscar el metro, no fue complicado pero no está muy bien indicado, tenéis que dirigiros hacia la zona de coches de alquiler, pasáis un pasillo lleno de stands de distintas empresas y salis a la calle, andáis en linea recta y llegaréis a un ascensor que tenéis que usar para llegar a la estación de metro, aunque si no recuerdo mal tuvimos que subir en lugar de bajar...



Una vez en la estación, como no podía ser de otra forma, hay tarjetas de varios viajes, pero pensad que Lisboa dispone de una amplia red de tranvías y autobuses, nosotros por lo que habíamos visto íbamos a usar más el transporte a nivel de calle que el metro, así que cogimos unos billetes sencillos por 3.5€ cada uno. En 25 minutos estábamos ya abandonando el metro en pleno centro de Lisboa en la parada de Baixa Chiado, y desde allí tuvimos que andar unos 15 minutos hasta nuestro hostel, que no estaba especialmente lejos del metro, pero las famosas subidas y bajadas de las adoquinadas calles lisboetas no hacen fácil el arrastrar un par de maletas.


Encontrar alojamiento nos dio algún que otro dolor de cabeza, por un lado porque montamos el viaje con no mucho tiempo, por otro, los hoteles no son especialmente baratos y realmente Lisboa tiene una muy buena oferta de hostels a muy buen precio, y no entendáis "hostel" como compartir habitación y baño con desconocidos, por quién nos tomáis? Hay hostels que tienen la opción de habitación y baño privados, y la ciudad incluso cuenta con el mejor hostel de toda Europa según no sé qué ránking, pero estaba completo ya cuando intentamos reservar... así que tuvimos que conformarnos con el Hostel 4U, un sencillo edificio, con unas habitaciones básicas pero eso sí, camas cómodas y habitaciones limpias. El desayuno no era para tirar cohetes, nuevamente vimos que algunos blogs mienten descaradamente o bien los que los escriben no se han tomado un desayuno en condiciones en su puñetera vida... el desayuno era un buffet muy simple, algunas piezas de fruta aún por madurar, café, tostadas con mermelada y cereales. Se acabó. Pero por suerte la ciudad tiene un amplísima red de cafeterías y pastelerías que hará que, aunque estéis 48h, tengáis la opción de volver con algún kilo de más y que no sea en la maleta...



A pesar de que el centro estaba muy animado y lleno de turistas, nosotros hicimos el check-in y nos fuimos directamente a la cama para pegarnos un madrugón y aprovechar al máximo el finde. Al día siguiente, a las 7.30 estábamos en pie y después de un rápido desayuno salimos dispuestos a patearnos la ciudad, y para eso decidimos empezar por la zona sur de la ciudad, que era la que nos quedaba más alejada, así que nos dirigimos hacia la cercana Praça da Figueira, para coger el autobús nº15 que nos llevaría hasta el Monasterio de los Jerónimos en un trayecto de menos de 30mins, y encima gratis porque la máquina de billetes no funcionaba y el conductor no nos hizo ni caso pues... viaje gratis


Al llegar a los Jerónimos estaban aún cerrados, así que empezamos a andar por los jardines que hay por delante del imponente edificio hasta llegar al otro lado donde pudimos visitar, casi sin turistas, el Padrão dos Descobrimentos, que no es más que un monumento en el margen del Tajo, dedicado a los que participaron de la era de los descubrimientos.


Es una visita rápida que no os llevará más de 10-15mins, y de allí seguimos andando siguiendo el río hasta la famosa e icónica Torre de Belém, que allí sí que había multitud de turistas y de vendedores ambulantes. Qué queréis que os diga... para lo famosa que es, me la imaginaba más grande...



Y de allí, vuelta atrás hacia los Jerónimos, y oh! sorpresa, estaban apunto de abrir y habían llegado todos los turistas de la ciudad, las dos colas, una para entrar por el claustro y la que entraba a la basílica, eran enormes, y cuando vimos lo lentas que avanzaban al abrir, decidimos, a pesar de ser una visita muy recomendable, que preferíamos visitar otras cosas y no perder un par de horas o más allí.


Justo delante de la parada del bus había una de esas pastelerías típicas de la que os hablábamos "Pastéis de Belém", que como no, servía los típicos pasteles de nata, que no son de nata sinó de crema, y que en todos lados veréis que os aseguran que son la marca original, hacer los pasteles originales, etc... están buenísimos en todos lados, dejáos de ostias.



No nos quedamos allí porque estaba a petar de gente y no sólo no había ni una mesa libre, sinó que además había cola esperando que se vaciaran, así que viendo que el autobús tardaba en llegar, empezamos a andar por dónde habíamos llegado y fuimos subiendo hasta que vimos aparecer nuevamente nuestro autobús y nos subimos para nuevamente bajarnos a las 3 paradas, a la altura del enorme Puente 25 de Abril casi encima de nuestras cabezas. Pusimos rumbo hacia él, no hay pérdida, ya que lo veréis desde cualquier lado de la zona por su gran altura, pero tendréis que encontrar una paso alto para superar las vías del tren que hay, si os bajáis del bus a la altura del Centro de Congresos tenéis un paso en la misma plaza (no apto para sillas de ruedas). El ruido del puente con todo el tráfico que lo cruza tanto de coches como de trenes, hacia la otra orilla es un zumbido atronador que os hará pensar en cómo puede vivir gente justo debajo oyendo eso todo el día.



Una vez hechas las fotos y paseado un poco por la zona fuimos andando hasta el LX Factory, una especie de barrio bohemio dentro de un recinto cerrado, que como todos estos barrios son más caros en todo, pero merece mucho la pena la visita, sobretodo si el día es como el nuestro, soleado y claro, podréis tomaros algo en alguna de sus múltiples terrazas llenas de flores, visitar la famosa librería Ler Devagar, visitar sus tiendas megacaras porque todo es "original" (porque el dueño te lo dice), "único" (aunque tengan varios parecidos o iguales) o "handmade"(aunque lo dudes mucho)... o simplemente pasear por sus calles disfrutando de una zona distinta, eso sí, al resto de la ciudad. Incluso hay algun hostel allí dentro si a alguien le interesa.



De allí, nuevamente al bus y de vuelta casi al inicio, esta vez nos bajamos en la conocida Praça do Comércio, una enorme plaza con un monumento central y con unas vistas impresionantes al Tajo, en su día tendría una finalidad comercial con los barcos que llegaban, ahora está rodeada de bares y restaurantes con el fin comercial de cobrarte 5 veces más que el resto de la ciudad.



Y una vez pasado un rato por la plaza nos adentramos en las callejuelas en cuesta que nos llevarían hasta la Sé de Lisboa, la catedral de la ciudad, un edificio sobrio en su exterior, al que no pudimos entrar por el horario de visitas, pero los alrededores merecen la pena, así que a pesar de no poder entrar se está a gusto en las cercanías viendo a los pintores, paraditas de artesanía, etc.


Y seguimos calle arriba, hacia los dos primeros miradores que visitaríamos de los muchos que ofrece la ciudad, el primero es el Miradouro de Santa Luzia, con unos arcos llenos de flores impresionantes y unas vistas frontales del Tajo y los tejados que quedan hundidos bajo el mirador y unas terracitas de bares la mar de agradables y sólo unos metros más arriba, el Miradouro das Portas do Sol con unas vistas más laterales del resto de la ciudad y desde donde fuimos conscientes de lo que nos esperaba en cuanto a subidas y bajadas.



Volvimos sobre nuestros pasos cuesta abajo y llegando casi al final de la cuesta a la catedral está el bar Flor da Sé, donde paramos a hacer un tentempié y disfrutar de los pasteles de nata por primera vez, y querer atracar el bar y llevárnoslos todos. Y una vez retomado el camino, y aprovechando que estábamos cerca del hostal, nos dirigimos en una visita rápida a una de esas pequeñas joyas que toda ciudad tiene y que quedan escondidas, las Escadinhas de São Cristóvão, un pequeño rincón al que se accede por unas escaleras medio escondidas y que es tan bello como esto:



Nuestra siguiente parada sería el maravilloso Convento do Carmo, una construcción de la que sólo quedan las paredes y los arcos que aguantarían en su día unas maravillosas bóvedas, pero que ahora no sujetan nada, ya que no hay ni rastro del techo desde que un terremoto lo destruyera todo, pero antes, ya que nos venía de paso, echaríamos un ojo al icono más conocido de Lisboa, el Elevador de Santa Justa, uno de los muchos elevadores que comunican distintas alturas de la ciudad y al que no subimos porque constantemente la cola es desproporcionada, no es especialmente caro, 5€/persona, pero nosotros somos de disfrutar las calles y patear las ciudades, así que esos atajos no son para nosotros, y menos en Lisboa donde cualquier mirador tiene mejores vistas que un elevador.



Una vez llegados al Convento do Carmo apenas había cola, pagamos los 10€/persona de la entrada y entramos directamente, eso sí, dentro no están permitidos los trípodes, no nos preguntéis porqué, pero se ponen muy serios con ello, la visita incluye el convento destruído y unas salas a modo de museo en la parte opuesta a la entrada cruzando la parte sin techo.



El convento queda muy cerca de otro must de la ciudad, el Bairro Alto, así que allí que nos dirigimos para llevarnos un pequeño gran chasco en la ciudad. El recorrido lo empezamos en la parte alta del Funicular da Bica y desde allí empezamos a callejear adentrándonos en el Bairro Alto, un barrio que en todos lados recomiendan, lo pintan como casi una de las nuevas maravillas del mundo moderno, un lugar donde incluso leímos que era lo más alojarse, una de las zonas más bonitas de Lisboa... Not today, Satán.


El barrio es un barrio decadente, que eso ya lo sabíamos, pero sin la gracia de muchos otros sitios decadentes en el mundo, casas viejas, destartaladas, abandonadas, alguna que otra tienda sin ninguna gracia, calles sucias, sin llamarte la atención ni tan solo para unas fotos, y con vendedores de droga a cada pocos pasos. Para ser sinceros en el centro, por la zona de restaurantes en la zona del elevador de Santa Justa y hasta la Praça do Comércio, también hay infinidad de vendedores de droga que te insisten para que compres, pero tal vez porque en el Barrio Alto la zona no acompaña y las calles están más vacías, no te hace mucha gracia que se te acerquen a cada pocos pasos, así que para el que nos diga que esa zona es la mejor de la ciudad... ppppffffffffff.... pa ti pa siempre.


Así que empezamos a desviarnos y a descender por las estrechas calles hasta llegar en un corto paseo hasta el Miradouro São Pedro de Alcântara para disfrutar de otra visión de la ciudad, esta vez con el Castillo de San Jorge al fondo, y desde allí podéis bajar con el funicular del elevador da Glória o bajar a pie por la empinada calle siguiendo el trayecto de las vías, llegando como hicimos nosotros hasta la Praça dos Restauradores y allí hacer un alto en el camino más que merecido en la Fábrica da Nata, una de las más conocidas pastelerías de Lisboa en las que no sólo podréis comer más pasteles de nata, sinó que ellos además tienen una amplia gama de bocadillos de todo tipo y las famosas croquetas, o croquetones, porque son enormes, exageradas.


Nosotros allí decidimos descansar un buen rato y ya hacer tiempo hasta la cena, nos sentamos en su terraza, nos pedimos una tanda de croquetas y de pasteles y echamos un par de horas repasando fotos y organizando todo lo que nos faltaría por ver al día siguiente. En la calle paralela a la Praça dos Restauradores, por detrás del bar donde estábamos, hay una calle enorme llena de restaurantes típicos y muy turísticos, nosotros buscamos en la app El Tenedor y el primero que nos salío en cuanto a puntuación fue el Lisboa Há Mesa, un restaurante algo más caro que el resto con grandes terrazas llenas de turistas, pero tampoco nada prohibitivo, acogedor por dentro y con una pequeña terracita de apenas 6 mesas, justo delante del teatro, así que allí nos fuimos a la hora de cenar, pasando antes por la Casa do Alentejo, no hagáis caso del restaurante, hay que subir por la escalera y apareceréis en un fabuloso patio con arquitectura morisca, desde el que podréis acceder a distintas salas igual de maravillosas, vale mucho la pena.


Y de allí, ahora sí, a cenar el buenísimo bacalhau à brás, y de allí en un agradable paseo, volvimos hacia el hostel a descansar para encarar el 2º y último día en la ciudad.


El domingo por la mañana nos tocó madrugón para aprovechar al máximo nuestro segundo y último día en la ciudad, así que a las 8 de la mañana ya estábamos subiendo la pronunciada cuesta en la que estaba nuestro hostel en dirección al castillo de San Jorge, la fortaleza que puede verse desde casi cualquier mirador de Lisboa. Al estar arriba de una montaña las cuestas para llegar hasta él son de órdago, pero cuando los edificios os dejan ver algún atisbo de la ciudad la vista ya merece la pena y ya en la parte alta las calles se vuelven en un estilo totalmente medieval, una vez lleguéis a la entrada del castillo y accedáis al patio de entrada veréis a la izquierda las taquillas para comprar la entrada al recinto. Nosotros estuvimos mirando por internet y tampoco lo consideramos como algo taaaaaaan imprescindible que visitar, las vistas que veréis desde sus murallas son las mismas que veréis desde los miradores gratuitos que hay más arriba y encerrarnos a ver un castillo por dentro no nos apetecía mucho con el tiempo que hacía, así que callejeamos un poco por las antiguas calles de casitas enanas que hay dentro de la muralla pero que se pueden visitar sin coste alguno, hay tiendecitas y casas, algunas reformadas y con gracia y la gran mayoría hechas polvo y en ruinas, pero aún así merece la pena la vuelta por esas callejuelas.


A la salida por la misma puerta que habíamos entrado seguimos el camino frontal, en lugar de volver atrás por dónde habíamos venido, así, bajando casi sin desvíos, llegamos a una plaza que nos resultó algo familiar y al bajar unos metros más nos encontramos de bruces con la calle de la catedral, a pocos metros del Miradouro Portas do Sol, así que volvimos a visitarlo con menos turistas que el día anterior y bajamos la escalera lateral para encontrar este pequeño rincón escondido.


Y si el día anterior habíamos llegado hasta ahí y habíamos ya vuelto atrás, ese día nos dispusimos a seguir calle arriba con rumbo al Miradouro da Graça, preparáos que la cuesta final tiene una inclinación importante, y este barrio, con su decadencia, lo encontramos mucho más bonito que el Bairro Alto. Al llegar al mirador la vista es alucinante.



Desde allí se pueden ver los iconos de la ciudad que ya habíamos visitado, Lisboa a vuestros pies, el Castillo de San Jorge a un lado, asomando entre los tejados el elevador de Santa Justa, a pocos metros el Convento do Carmo y a lo lejos el puente 25 de noviembre y el Cristo en la otra orilla de la ciudad.


El mirador está lleno de árboles que os darán sombra si el día es de calor sofocante, ideal para sacar fotos sin grandes contraluces ni iluminación excesiva, además, tenéis un bar con su terracita en el que, si tenéis tiempo, podéis disfrutar de las vistas mientras desayunáis o tomáis un aperitivo. Y justo al lado está la Igreja da Graça, una iglesia sencilla, sin grandes ornamentos y con una puerta lateral con unos mosaicos portugueses que vale mucho la pena de ver.


Y de allí aún nos tocaba ascender un poquito más, unas calles más arriba se encuentra el último de los miradores que visitaríamos, el Miradouro da Senhora do Monte, también situado después de una buena cuesta, las vistas vienen a ser más o menos las mismas que en Graça, no hay tanta distancia entre ellos, pero está más elevado y por lo tanto no tenéis tejados tan cercanos en las fotos, aunque algún arquitecto decidió construir un bloque de pisos cercano que rompe con todo el paisaje, cosas del boom de la construcción.


Vuelta atrás y cuesta abajo, disfrutando de haber acertado en las horas de visitar todo aquello y del madrugón, ya que de vuelta nos encontrábamos con un verdadero gentío que subía ya casi al mediodía a todo lo que nosotros ya habíamos visitado, no en soledad, pero sí que con muy reducido público. A medida que nos acercábamos a Portas do Sol y la catedral cada vez hay más y más turistas y nosotros teníamos claro nuestro siguiente punto a visitar, el Time Out Market Lisbon, un mercado típico de comida, pero con una parte de restauración en la que pensábamos hacer un alto más que merecido para pegarnos una buena comida a base de los platos típicos portugueses. Pero todo se quedó en un condicional, porque al llegar su aspecto era este:


El recinto es enorme, la oferta gastronómica más, pero aquello estaba llenísimo de gente, toda la parte central son mesas y taburetes, sin ser de ningún local en concreto, pides tu comida y buscas asiento, o mejor busca asiento y pide la comida, porque si no puede que te quedes con el plato en la mano comiéndolo de pie. Bajamos, dimos una vuelta pero era imposible, no sólo estaban todas las mesas llenas, sinó que encima por todos lados había gente de pie esperando atacar a primer taburete libre. En cuanto a precios hay de todo, más caros y más económicos, sin llegar a ser tirados, pero al preguntar nos hablaron de que sobre las 15.30 empezaba a bajar la gente, pero teníamos demasiada hambre y demasiada poca paciencia, en el lateral, ya en la calle hay también terrazas de restaurantes adosados al mercado, pero también estaban llenas y con bastante tiempo de espera, así que antes de irnos a la parte alta nos fuimos a visitar un punto singular de la ciudad de visita rápida, es la Rua Nova do Carvalho, su singularidad es que el asfalto está totalmente pintado de rosa, queda algo escondida, pero queda muy cerca del mercado, por la parte trasera.


Y de allí pusimos rumbo a la parte alta, pasando por el elevador de Bica pero sin esperar a que se pusiera en marcha, subimos toda su cuesta a pie y una vez arriba empezamos a callejear sin mucho éxito, todo estaba demasiado lleno así que, acabamos andando en dirección a Restauradores para acabar en la Fábrica da Nata de nuevo... ya os dijimos que sus croquetas estaban demasiado buenas como para no repetir, así que comimos sobre seguro y en un recinto que, tal vez porque la gente se lo toma más como una parada "para tomar algo", no estaba a aquella hora lleno. ¨


Descansamos un buen rato y al acabar paseamos hasta la cercana Praça Dom Pedro IV, desde donde podéis ver la parte alta del elevador de Santa Justa asomando entre los tejados y por encima de los mismos veréis las ruinas del Convento do Carmo.


Dábamos por finalizada nuestra primera visita a la capital del país vecino, pero aún era pronto para salir hacia el aeropuerto, está tan bien comunicado con metro que no es necesario ir con mucho tiempo de antelación, así que decidimos volver donde empezamos al llegar, donde salimos a la superficie al llegar en metro, allí, justo al lado, lo primero que vimos al salir de las escaleras fue el café A Brasileira, uno de los más antiguos de la ciudad y con una pequeña terraza para observar la bulliciosa calle, así que un café sin prisas en ese lugar emblemático a la espera de la hora de ir a recoger las maletas y poner rumbo hacia el aeropuerto, nuestro vuelo salía a las 22h, toda una suerte encontrar vuelos que salgan tarde para aprovechar al máximo el domingo, así que sobre las 7 recogimos las maletas y nos dio tiempo de sobras a llegar con tiempo al aeropuerto.


Y aquí se acabó el finde de mi 40 cumpleaños, corto pero aprovechado al máximo, vuelta a casa, lavadoras, secadoras y a hacer las maletas de nuevo, que en 3 días volamos a México!!!

bottom of page