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Islandia: Día 2, de Reykjavík a Selfoss, el Círculo Dorado.

El día empieza pronto, desayunamos, recogemos todo y a las 8.30am ya estamos arrancando el coche. Lo que os decía en el anterior post acerca de los mitos, si pensábais que en estas ciudades la jornada empieza bien pronto, nada más lejos... a las 8.30am no hay nada abierto aparte de algún bar y apenas hay gente por la calle.


Hay quien, por tiempo, por dinero o simplemente por falta de ganas de conducir tanto, simplemente viaja a Islandia para visitar la capital y el llamado Círculo Dorado, una ruta que se puede visitar en un mismo día, en la que ves una pequeña muestra de lo mucho que ofrece el país y que va desde la capital hasta Selfoss. Nuestra primera parada es Þingvellir (Thingvellir), un parque nacional en el que en la época de los vikingos, los distintos pueblos se juntaban allí en el que fue el primer parlamento para discutir todo tipo de cuestiones, de hecho su nombre significa "llanuras del parlamento", un lugar que vale muchísimo la pena de visitar por sus paisajes y por lo increíble del sitio en sí mismo.


Primer problema: No intentéis buscar Thingvellir en el GPS... y por allí no hay ningún pueblo cercano. Por su contra buscad "Mosfellsdalur", almenos eso os ayudará a salir de Reykjavík correctamente, iréis por toda la zona residencial de la capital hasta llegar a una rotonda decorada con cabras de metal, allí giráis a la derecha y ya estáis en el camino correcto. Cuando estéis llegando a Mosfellsdalur desactivad el GPS y simplemente seguid la carretera, puede que muchos lugares no aparezcan en los navegadores, pero Islandia tiene pocas carreteras, así que muchas veces es simplemente cuestión de seguir conduciendo y van apareciendo indicaciones.


El trayecto es aproximadamente de 1h de duración, pero eso dependerá de las paradas que hagáis, hay muchísimos lugares dignos de hacer una parada y echar unas fotos y a veces, como podéis ver en la foto de encima, la meteorología hará que un sitio normal, se transforme en algo bello, unas nubes, un arco iris, unos rayos de sol... En pocos kilómetros ya empezaréis a ver carteles anunciando Þingvellir, y una vez lleguéis allí no tiene perdida, porque aunque el cartel de bienvenida no está en la carretera principal, veréis a la derecha muchos coches aparcados y una pequeña edificación. El parquing es de pago, y las máquinas están dentro de los WC que hay a pocos metros, pero, al igual que con el campanario de la iglesia de Reykjavík, nadie controla quién paga y quién no, así que podéis ser buenas personas y pagar, hacer un "mí no entender" y pasar o bien aparcar justo antes del parking, que hay una pequeña zona sin asfaltar en la que también se aparca y que es gratuita.


Falla de Almannagjá

La visita total puede durar perfectamente entre 2 y 3 horas, hay varias plataformas de madera para ver el paisaje hasta donde llega la vista y es cuestión de ir siguiendo el camino, el cual, para empezar, y sin preliminares, se adentra en el cañón de la falla de Almannagjá, de hecho toda la región está llena de fallas y cañones, que no son más que la separación entre las placas tectónicas de América del Norte y Eurasia. En el lago de la zona hay excursiones para bucear a través de la brecha de Silfra, aunque yo ahí no me meto ni de coña, el buceo no es para mi. Siguiendo el camino junto el cañón llegaréis a un pequeño bosque junto al que ascenderéis para subir a la zona alta del cañón para ver esta maravilla:

Öxaráfoss

Öxaráfoss, puede que no sea una gran cascada, pero el paraje es maravilloso y como primer encuentro en cuanto a cascadas se refiere, no está nada mal. Las piedras pulidas por la fuerza del agua, los arco iris aquí y allá si tenéis suerte de tener un día soleado como el nuestro y el agua cristalina, todo contribuye a que no podáis parar de hacer fotos.


Vistas desde el camino de Thingvellir

La zona está llena de rutas de trekking, de visitas a lagos, ríos y más grietas de la placa, pero nuestro día acababa de empezar y nos faltaba mucho por ver, así que recorrimos el camino de vuelta hacia el aparcamiento haciendo una parada para tomar un buenísimo café en el bar junto a éste.


Y pusimos rumbo a nuestra siguiente parada: Geysir, en el valle de Haukadalur. Es el geysir más antiguo conocido y el trayecto desde Thingvellir es de entre 45-60mins por carretera de grava, pero no tiene pérdida, a pesar de que hay desvíos y rotondas en las pequeñas areas pobladas, está perfectamente señalizado. Una vez allí, el aparcamiento es gratuito y el geysir está a pocos metros y cada pocos minutos podéis ver el espectáculo de la explosión de agua hirviendo a varios metros de altura.



Al lado del aparcamiento tenéis también un bar-restaurante y un pequeño supermercado por si queréis hacer un alto en el camino. Nosotros como ya lo habíamos hecho en Thingvellir, una vez visto el espectáculo seguimos nuestro camino que nos llevaría hacia nuestra siguiente parada: Gullfoss. Una impresionante cascada de varios metros de ancho que está a unos 20mins de trayecto por un camino estrecho. Hay una indicación de aparcamiento en la parte alta y otro más abajo, nosotros decidimos ver la cascada desde este segundo, ya que el viento allí era fuerte y llevaba toda la nube de agua de la cascada hacia el mirador que serpentea cerca del agua, con lo cual, los que allí estaban tenían que quedar empapados, y no había ganas de eso, así que decidimos quedarnos en la lejanía.


Gullfoss

Seguimos nuestro camino haciendo un pequeño desvío para visitar Skáltholt, un pequeño pueblo, históricamente muy importante, pero que hoy en día ofrece poco por no decir nada, lo más destacable es su iglesia y aun así, es bastante sosa. Lo más destacable que nos asombró bastante, fue que en la iglesia hay una pequeña tienda de recuerdos y junto a esta una escalera que es la entrada al museo de la iglesia, en ambos sitios había una caja a modo de hucha y un cartel que decía que, si no había nadie allí, por favor, se metiera el dinero en las cajas y se cogiera lo que uno quisiera de la tienda o se entrara en el museo. Vamos, visita al museo gratuita. La visita no nos mereció más allá de 20mins así que volvimos a la carretera principal, justo antes de tomarla, a vuestra derecha hay una casa y en el camino que sube hasta ella hay unas pequeñas casitas entre los matorrales que se ponen en algunos hogares para los elfos, en Islandia se cree en ellos y en la importancia de tenerlos contentos para que protejan los hogares. Isra es más de trolls que de elfos...



Seguimos conduciendo durante unos 15mins hasta llegar al cráter Kerið, un impresionante cráter con un pequeño lago en su interior y que podéis ver ascendiendo por toda su circumferencia y luego bajando hasta el agua. Está junto a la carretera, por lo que no hay pérdida, el aparcamiento es gratuito pero no así la entrada al cráter, por la que tendréis que pagar 400 ISK por persona (unos 3€), pero vale la pena por la diversidad de colores y lo impresionante de verlo desde arriba.


Kerið

Con todas estas visitas ya era media tarde y el sol empezaba a bajar, teníamos que llegar a Selfoss, que estaba a unos 15mins y localizar el supermercado Bonus de la ciudad, que está en las afueras, y comprar lo necesario para 2 jornadas, ya que no íbamos a tener otro Bonus hasta Egilsstadir. Naturalmente puede haber más supermercados en el camino, pero tampoco os penséis que cada zona urbana vaya a tener algo necesariamente. En Islandia podéis conducir varios centenares de kilómetros sin encontrar ni un solo supermercado, así que planificamos lo necesario y fuimos a por ello. Y por el camino, entrando a Selfoss, una vez más, la naturaleza nos brindó una foto irrepetible con este atardecer...



Una vez hecha la compra cruzamos el pueblo de nuevo en dirección a nuestro nuevo apartamento que no era otra cosa que un pequeño bungalow rectangular en mitad del terreno de una granja, no fue dificil de encontrar, las granjas en Islandia están todas señalizadas e incluso tienen debajo del cartel el símbolo de una cama si ofrecen alojamiento. La idea de ese alojamiento era poder salir a ver la noche en mitad de la nada, sin contaminación lumínica y poder ver auroras boreales y estrellas, pero no hubo suerte, a pesar del espléndido día que hizo con un sol espectacular, la noche se tornó nublada, ventosa y lluviosa, pero tuvo su qué dormir junto a una pared de cristal, en la que no podías ver absolutamente nada por la oscuridad del lugar, oyendo el agua y el viento golpeando los cristales durante toda la noche.

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