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Islandia: Día 8, vuelta al inicio, Reykjavík.

Para nuestro último día en ruta teníamos planeadas varias visitas, el trayecto era largo y encima pretendíamos desviarnos bordeando toda una península, pero ese día el tiempo sí que nos jugó una mala pasada lloviendo, incluso diluviando algunos tramos, por lo que tuvimos que recortar y empezar a desistir de algunos lugares.


Fuera como fuera el primer trayecto ya era largo así que no perdimos más tiempo en Hvammstangi y arrancamos mientras íbamos decidiendo qué ver y que dejar pasar, a pesar del tiempo había lugares que no estábamos dispuestos a dejar de visitar, así pues teníamos claro que sí o sí conduciríamos hasta Kirkjufellsfoss, un lugar de esos muy "instagrameable" y para el que teníamos por delante algo más de 2h y media de trayecto, aunque estaba claro que ese día no habría paradas para disfrutar de paisajes a no ser que el tiempo cambiara mucho, miráramos dónde miráramos el cielo era un manto de nubes grises de tormenta, así que no nos hicimos muchas ilusiones de nada.


La carretera, a veces asfaltada y a veces de grava, estuvo casi desierta todo el tiempo hasta acercarnos a los últimos kilómetros. Y por una de esas fortunas, el mal tiempo dio una pequeñísima tregua justo al llegar al diminuto aparcamiento que hay frente a la cascada, así que nos dimos prisa porque ya se veía que aquello no iba a durar, por suerte hay pocos metros hasta la cascada y la visita es rápida, solo hay que subir el pequeño desnivel y bordearla hasta el otro lado para tomar la instantánea típica con la montaña Kirkjufell al fondo y voilá:



Y cuando ya nos disponíamos a empezar con las ̶5̶6̶4̶8̶5̶6̶6̶ pocas selfies, las nubes empezaron a descargar de nuevo cada vez más fuerte, así que vuelta al coche y a seguir camino, cogiendo un desvío a los pocos kilómetros que nos llevaría al otro lado de la península en lugar de bordearla hasta el final como era nuestro plan inicial.


Nuestra siguiente parada era la iglesia negra de Búðakirkja, justo al otro lado de la pequeña península y que nos venía de paso. Google Maps nos la situaba en el pueblo cercano por pertenecer a él, pero nada más descender un pequeño puerto de montaña la vimos al fondo del paisaje a nuestra derecha, cuidado no os despistéis con las cascadas y granjas que hay a la izquierda, os pasaréis la iglesia y el desvío que os llevará hasta ella.



Nuevamente el tiempo dio una tregua y pudimos verla sin problema, la visita no os llevará más de 10-15mins, aparte de la iglesia y el pequeño cementario adyacente no hay nada más, así que 4 fotos y vuelta al camino que parecía que quería clarear y había que aprovechar eso...


Pero no, a los pocos kilómetros el tiempo empeoró de nuevo así que ya desistimos de ver más y decidimos poner la directa hacia la capital islandesa y allí ya ver cómo aprovechábamos las horas de día que nos quedaran. Lo único que estaba por decidir era si nos desviábamos a la altura de Akranes para visitar su faro, pero al llegar a aquella altura llovía bastante así que lo vimos a lo lejos y ya.


Justo antes de llegar a Reykjavík, cuando ya lo veíamos a lo lejos, la carretera nos dió una última sorpresa, el túnel de Hvalfjörður, que acorta en 1h el antiguo trayecto que se tenía que hacer para llegar a la capital, pero que por lo visto está bastante mal calificado por estar mal iluminado, no tener una buena ventilación en caso de incendio, no disponer de alarmas para emergencias y tener la estación de bomberos más cercana a demasiados kilómetros, toda una maravilla pensar en todo ello ahí dentro si tienes claustrofobia... pero lo mejor de todo es su pendiente, de repente empiezas a descender en una pendiente bastante pronunciada hasta 165m por debajo del nivel del mar para de repente empezar a ascenderlos en otra pendiente igual de inclinada, mirar el GPS es esto:



Y al salir por el otro lado del fiordo ya prácticamente estáis en la capital, y enseguida se empiezan a ver sus primeras zonas residenciales y en breve estaréis en pleno centro de Reykjavík.


Localizamos el que sería nuestro último apartamento en el país muy rápido, y por casualidad estaba justo donde había aparcado el coche durante la primera noche, tras la Hallgrísmikirkja, la iglesia de Reykjavík. Descargamos rápido, flipamos un rato con el apartamento el cual era sencillo pero estaba genial, y nos lanzamos a las calles de la ciudad como si nos las conociéramos de toda la vida, aprovechando que allí no llovía.


Nos dimos una vuelta por las calles llenas de vida, bajo un frío de la ostia, pero disfrutando de las luces y las tiendas sin rumbo alguno y sin prisas, caminamos hasta el Harpa, vimos la casa del Primer Ministro, a pocos metros de allí, iluminada en rosa, nos adentramos en la zona de bares y restaurantes, flipamos con los precios de muchos de ellos.



Y así estuvimos hasta que el hambre empezó a apretar y decidimos volver a la maravillosa y equipadísima cocina del apartamento para prepararnos una suculenta cena e ir acabando con toda la comida posible para no tenerla que cargar de vuelta a casa y planear qué haríamos el último día completo que nos quedaba en la capital en el que también teníamos que visitar el Blue Lagoon, la atracción turística más famosa de Islandia.

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