El pasado puente de Todos los Santos decidimos aprovechar los 4 días con una escapada en coche. Después de valorar varias opciones acabamos decidiéndonos por ir hasta Estrasburgo y de allí a Colmar para visitar la Alsacia.
Estuvimos valorando la opción de hacer el mismo viaje en avión hasta Basilea (Suiza) y allí, saliendo por la parte francesa, alquilar un coche para llegar a Estrasburgo en poco menos de 2h, pero como por temas laborales lo decidimos todo a última hora, los vuelos no salían ya tan económicos como habíamos visto, pero es una muy buena opción a valorar lo de vuelo + coche de alquiler.
Salimos a las 12 del mediodía rumbo a la frontera francesa, la verdad es que encontramos muy poco tráfico y aparte del atasco para cruzar Lyon el resto fue todo rodado sin ningún inconveniente. El total de los peajes oscila alrededor de los 90€ y ahí sumadle la gasolina, en nuestro caso con 60€ de gasolina fue suficiente para llegar a destino. Y como estamos así de taraos hicimos todo el recorrido parando únicamente a repostar 1 vez, ni una sola parada más, pero eso ya a gusto de cada uno, pero teniendo en cuenta que es un viaje largo, unas 10h y media, y que habíamos salido bastante más tarde lo que habíamos planeado, decidimos no hacer paradas para no llegar más allá de la media noche.
En Estrasburgo optamos por el Comfort Hotel Strasbourg Ouest, un hotel muy sencillo pero que tenía todo lo que buscábamos, precio económico (35€/noche) y párking privado y vigilado para el coche. Su ubicación no es precisamente céntrica, pero tiene una parada de tranvía a 3mins andando así que ideal para moverse. El desayuno, un buffet con bollería, tostadas con quesos, embutidos, mermeladas etc, y mucha fruta y zumos, no estaba incluído, pero al hacer el check-out no nos lo cobraron, y naturalmente no voy a ser yo quién se lo diga. Aún así, costaba 10€/persona, así que si no tenéis la suerte de que el recepcionista tenga el día espeso, tampoco va a ser para tanto.
Llegamos allí alrededor de las 23.30h y nos fuimos directos a la cama, la habitación no tenía grandes lujos, pero estaba limpia y la cama era cómoda así que suficiente. El día siguiente empezaba nuestra maratón para visitar la ciudad francesa.
El sábado, y como es costumbre en nosotros, madrugamos para desayunar fuerte y empezar pronto el recorrido por la ciudad. Dejamos ya hecho el check-out y nos dejaron tener el coche en el párking durante todo el día sin ningún coste adicional. Nos fuimos directamente a la parada del tranvía y cogimos la línea B azul hasta la parada de Wacken, para visitar el Parlamento Europeo y ver desde dónde ̶n̶o̶s̶ ̶r̶o̶b̶a̶n̶ nos gobiernan a nivel europeo. Desde la parada de Wacken hay que ir a la derecha y en menos de 5 minutos se llega a las instalaciones, que sólo vimos desde fuera, desconozco si hay días o temporadas en que se pueda visitar algo por dentro, pero tampoco me interesaba tanto, por fuera no está mal, simplemente para ver de pasada mientras se pasea tranquilamente. De ahí fuimos paseando y viendo los edificios de la Corte Europea de los Derechos Humanos ( ̶m̶e̶ ̶d̶e̶s̶c̶o̶j̶o̶n̶o̶) y el Consejo Europeo ( ̶f̶e̶o̶ ̶d̶e̶ ̶c̶o̶j̶o̶n̶e̶s̶).
Avanzamos un par de calles más y giramos a la derecha hasta llegar al río para no ir paseando por calles normales y corrientes, hasta llegar al Pont d'Auvergne desde donde hay una buena vista de la Catedral Protestante de Saint Paul y el río a ambos lados. Y desde allí, siguiendo la misma dirección, pero cambiando de orilla del río, seguimos bajando en dirección a la Catedral Notre Damme de Estrasburgo, el corazón turístico de la ciudad, esa maravilla de calles adoquinadas, con sus casas típicas... cualquier callejón es bueno para perderse y callejear sin rumbo, tiendas, bares, restaurantes y rincones maravillosos os esperan.
Una vez callejeados todos los rincones podéis optar por seguir la orilla del río o localizar la Grand Rue, que es la típica calle comercial, para seguir el trayecto hasta llegar a otra estampa típica de Estrasburgo, la Place Benjamin Zix.
Ahí, como en la catedral, tenéis un montón de callejones para perderos y ver la plaza y su entorno desde un lado y otro del río, el cual se estrecha y se puede pasear por pasarelas alrededor de las esclusas usadas por los barcos. Y como con todo este paseo, se nos había echado encima la hora de comer, volvimos a la Rue Grand y nos metimos en Troquet des Kneckes una más que acertada elección, buena comida, cervezas de buen tamaño para los amantes de éstas, y precio nada elevado, eso sí, como consejo os diré, que no os dejéis llevar por lo que leímos en mil foros y blogs sobre las maravillas de las pizzas alsacianas, para mi insulsas, sin ninguna gracia y pobres en general.
Al acabar dimos una vuelta más por las calles de alrededor y, nuevamente cruzando el río, encontramos la parada de tranvía Faubourg-National-Gare, también de la línea B azul y esperamos allí para volver al hotel y poner rumbo a Colmar.
En un inicio teníamos pensado salir ya de noche hacia Colmar pero a última hora cambiamos de idea y nos fuimos a media tarde para poder hacer parada en Sélestat, el pueblo más al norte de la lista que queríamos visitar y el que más nos hacía dudar de si valía la pena. Y nuestras dudas se vieron confirmadas al llegar, no ofrece nada, algún que otro rincón pero nada espectacular y encima a aquella hora ya estaba absolutamente todo cerrado con lo cual le daba un aire aun peor a sus calles. Aún así, para los que no viajéis en coche, desde allí salen autobuses para visitar el Château du Haut-Kœnigsbourg que tuvimos que dejar fuera del planing del viaje.
Y como Sélestat ofrecía poco ̶p̶o̶r̶ ̶n̶o̶ ̶d̶e̶c̶i̶r̶ ̶n̶a̶d̶a̶ arrancamos dirección a Colmar. El trayecto es rápido y las vistas de la puesta de sol sobre los viñedos era preciosa. Así que con los cambios de plan a última hora acabamos cenando en nuestro apartamento de Colmar, nuestra casa durante los 2 siguientes días.